La vida no es justa. Eso lo sabmos. Lo descubrimos a medida que crecenos. El mundo está lleno de injusticias. Pero a veces, sería bonito que recibieramos alguna recompensa por las buenas acciones.
A la gente buena, a la gente que ayuda, que hace el bien a los demás, que contribuye a crear una mejor sociedad, a la gente que se sacrifica y se esfuerza por progresar, siempre debería sucederles cosas buenas.
Pero no siempre es así. Es como si la vida nos castigara por ser buenos, productivos, serviciales, amables, por querer superarnos y alcanzar metas personales que tarde o temprano beneficiarán a los demás. En fin, siempre se atraviesa un obstáculo que debes salvar para lograr un objetivo. ¡Siempre! Cuando crees que lo lograste, algo sucede que tira al suelo todo lo que edificarse para alcanzar una meta.
Y en el ir y venir del tiempo, vemos cómo mediante la trampa, el engaño y el chanchullo algunas personas alcanzan posiciones que usan para malversar y robar en beneficio propio. Mientras que los buenos tenemos que conformarnos con escuchar un "lo siento, pero no puede ser".
Es tan doloroso y frustrante ver que cuando crees que estás a punto de alcanzar lo que necesitas, el tan ansiado deseo se te escapa de las manos, en cuestión de segundos, como agua entre los dedos, como el aire que no se puede atrapar. Y así la vida te da otra bofetada que te tira contra el suelo.
Llegas a la conclusión de que lo que necesitas para llegar a la meta está a expensas de la buena voluntad del ser humano, pero ese acto de buena voluntad, nadie te lo va a conceder, y las razones ya las conoces...porque no piensas como ellos.
¡Qué injusta es la vida!
Hay que seguir...